Lo cierto es que nos observan, lo sé porque yo mismo soy parte de ese gremio de personas que reparan en detalles como la persistencia que en ocasiones se necesita para capturar una patata del plato que se resiste a ser devorada, para que justo antes de llegar a la boca nuestro tubérculo pierda el equilibrio y se precipite de nuevo a lo que ya se convierte en un verdadero campo de batalla. Esta mañana un hombre dos mesas alejado de mí en el bar mantenía este tipo de lucha.
Así, con el disimulo del experto en observar sin ser observado; sin que ella lo note, la analizo detrás del vaso que ahora cubre parte de su cara. Sus uñas son perfectas y no necesitan ningún artificio para serlo. Ahí, a través del cristal, la veo desfigurada. No, tampoco sirve... No es suficiente porque en cuanto posa el vaso de nuevo sobre la mesa vuelvo a ser consciente de la belleza de su rostro. Mientras tanto reímos sin parar, a veces sin saber por qué.
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